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martes, 28 de febrero de 2012

La resaca


Con la resaca y el mal cuerpo que deja el partido de El Arcángel, cuando aún se me repiten las imágenes de Vitolo fallando el penalti y de Viera amagando un cabezazo a un rival, me han venido a la cabeza algunas de esas pequeñas historias que siempre deja un partido de fútbol.

La historia de Vitolo es entrañable. Quería dedicarle un gol su padre, ingresado horas antes. Lejos de moverse por el impulso del que está convencido del éxito, su movimiento fue más de corazón. Nadie, ninguno de sus compañeros pensó en ese momento que, de haber convertido el penalty, igual la película del partido hubiera sido otra. Pero hay quien piensa que en esto del fútbol los sentimientos hay que dejarlos de lado cuando se trata de ganar un partido. Otra vez será. Supongo que su progenitor se habrá quedado igual de contento por el gesto de su pequeño, aunque quizás padre e hijo sean a los que más les dolió el error.

La historia de Jonathan Viera se escribe desde la desesperación. Es cruel, por no decir inhumano, tener corriendo por el campo sin balón durante noventa-y-tantos minutos a un jugador como él. Al final acaba persiguiendo sombras, y aunque no es justificable cualquier tipo de agresión (o intento), sí hay que comprender que el joven canterano debía estar a esas alturas del partido cansado y preso de una impotencia que tiene su génesis en el planteamiento del entrenador. El resultado, imagen deteriorada, segunda expulsión en apenas tres encuentros y sanción en el mejor de los casos de un partido.

La historia del fútbol de Juan Manuel Rodríguez, y la inevitable comparación con el de su antecesor Paco Jémez. Si bien es cierto que el entrenador cordobés se fue saliendo del camino que había trazado al frente de la Unión Deportiva Las Palmas al comenzar la temporada anterior, los primeros encuentros los recordamos todos con especial cariño. Más ahora que estamos tan sedientos de ver un fútbol que se asemeje más al estilo que siempre ha caracterizado al fútbol canario. Aquel juego alegre, al ataque, con el que el equipo ganaba, divertía y alegraba a la parroquia, se fue diluyendo martirizado por una defensa endeble en lo personal y mal trabajada en lo táctico. De aquello aprendió Jémez, y en Córdoba el bofetón ha sido doble: ha demostrado que se puede jugar bien y ganar sin tener grandes estrellas y ha evidenciado una mejoría en su planteamiento defensivo notable. Como resultado, una superioridad manifiesta sobre el césped no traducida en el marcador. Nostalgia.


El partido tiene otras historias, como la entrada “a la desesperada” de Portillo y Momo cuando ya habíamos descarrilado. ¿Por qué en ese momento y no antes? O la historia de un portero que, aunque es cierto que suele tener errores de bulto, nos ha vuelto a salvar de una goleada. No brilla porque se perdió, pero no sería justo pasarlo por alto. La historia de la vuelta de Ruymán. En su línea. Sin brillantez pero muy por encima de Corrales. Y la vuelta de David, el capitán. A ver si poco a poco va recuperando la confianza. El caso es que el centro de la defensa está rindiendo bien en los últimos partidos con la pareja Juanpe-Laguardia, pero al ritmo de expulsiones que llevamos pronto habrá alguna vacante.

Dejo para el final la historia del joven Artiles, convocado con el equipo y viajando. Esta vez no ha jugado, pero poco a poco debe ir apareciendo. La cantera es la única salida que tenemos, y más ahora que pintan bastos en lo económico. Habrá que empezar a pensar ya en el Girona… Esta resaca va a acabar conmigo. Necesito olvidar.

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