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sábado, 3 de marzo de 2012

Otro triunfo en el alambre


Se le podrán criticar muchas cosas a este equipo, pero lo que es innegable es que cada partido en el estadio es una fuente inagotable de ansiedad, enfados, estrés, sufrimiento, emoción… y alegría. Al final, pero alegría. Cada triunfo es una lucha permanente contra los elementos. El equipo, el entrenador, el rival, la estrategia defensiva, el árbitro… todos juntos parecen alinearse para hacer de cada victoria local una épica batalla que, últimamente, se salda con beneficio amarillo.

De inicio, Las Palmas volvió a ofrecer a los 8.200 espectadores que se dieron cita en el Gran Canaria la peor de sus imágenes. Esta vez no fue el uso abusivo del patadón. Fue una línea de cuatro “jugones” escoltando a Portillo, que al no recibir balones se unía al grupo para participar del toque insulso, apático, horizontal y sin profundidad que exhibió Las Palmas en el primer tiempo. Ya desde los primeros minutos se echaba en falta un 9 fijo (sólo teníamos uno y estaba en el banquillo). Y también los chispazos eléctricos de Viera.

Y una vez más, uno de los principales pecados capitales de la Unión Deportiva, las jugadas a balón parado en defensa, nos supuso estar por debajo en el marcador al primer córner que sacó el Girona. Llevábamos 11 minutos y tocaba remar contracorriente. Los de Josu Uribe defendían con orden y cierta comodidad ante la parsimonia y candidez del juego amarillo. Tan solo un remate de Laguardia en un córner que paró Dani Mallo y un disparo lejano y desviado de David González. Era demasiado poco argumento para voltear el marcador. Al descanso, pitidos merecidos.

Pero Juan Manuel Rodríguez sabe corregir sus errores. A veces tarde, otras a tiempo. Se la jugó quitando a Juanpe para meter a Quiroga. Fue el detonante del cambio. Las Palmas abandonó el toque plano para jugar un fútbol directo, totalmente vertical con la referencia del killer argentino arriba. Mejoría que se tradujo en acercamientos que desembocaron a su vez en el gol del empate obra de Vitolo. Tablas y superioridad en el juego. Se creía en la remontada. Algo tenía que pasar para que no fuera fácil.

Y pasó. Pignol repitió guión y cometió dos faltas (sólo dos) que supusieron amonestaciones tan carentes de igualdad de rasero como justas. El equipo de nuevo con diez. Ya estamos acostumbrados. Para entonces el míster ya había dado entrada a Pedro Vega y a José Artiles en sustitución de Momo (pitos) y Roque. No había más cambios y había que readaptar la defensa sin dejar de buscar el segundo. Y llegó ese gol antes de que el Girona se decidiera a sacar beneficio de la superioridad. Vitolo hace una diagonal y David González desenfundó su chistera para inventarse un pase magistral, mágico, que dejó al primero sólo ante Mallo para hacer el segundo. Algarabía. A falta de Viera, Vitolo. Y redención para el “7” después de lo de Córdoba. Imagino la alegría de su padre en el hospital.

Pero aún quedaban 15 minutos de sufrimiento. Uribe mandó a sus tropas a cercar el área de Barbosa. Las Palmas se defendía con uñas y dientes, y con jugadores que no están acostumbrados a esas labores. Barbosa vio cual espectador cómo una falta se estrellaba en el travesaño para desesperación de Uribe. Y a falta de 2 minutos para el 90, otro córner y otro gol encajado. Desolación… aunque no tanta. Jugar sobre el alambre y sacar petróleo del descuento es algo ya habitual para los de Juan Manuel.

Poco después del empate, Dani Nieto nos puso un nudo en la garganta estrellando otro balón en la madera. Había caído la noche y el frío en Siete Palmas. El reloj marcaba el minuto 92. Y cayó del cielo un balón puesto por Ruymán casi desde su casa. Y ahí emergió la figura de Quiroga para saltar con fe hacia lo que parecía inalcanzable, más allá del punto de penalty, y conectar un testarazo ajustado y llevar el delirio a las frías y despobaladas gradas del estadio de Gran Canaria. Parecía increíble, pero Las Palmas volvía a resolver un partido mediocre en el último suspiro, en el alambre. Sus virtudes, aparte de la suerte, volvieron a ser el empuje, la garra y las ganas de seguir haciendo de su campo un fortín.

Nuestros próximos inquilinos no serán como el Girona. Ni como el Nástic. Ni como el Guadalajara. No nos darán tantas facilidades. Pero estoy convencido que para sacar algo positivo de aquí tendrán que sudar la gota gorda porque Las Palmas tiene “algo” (¿igual una flor?) que la hace inexpugnable en su casa. Independientemente del mal juego, de estar con diez o de tener que resolver in extremis. Igual el “asesor presidencial” hubiera ganado este partido con más holgura, pero estos triunfos así, cuando se repiten, no pueden ser sólo fruto de la casualidad. Y no me negarán que saben a gloria.

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